miércoles, 13 de agosto de 2014

De muertes, suicidios y demás.

Yo no conocí personalmente a Robin Williams pero me uno a llorar su muerte.
Era un artista maravilloso que me sacó lágrimas y risas y mis recuerdos de niña y de adulta, están pobladas de sus interpretaciones. 
Me uno a llorar su muerte no sólo porque es de mis actores favoritos sino porque la manera en que se fue de este mundo me toca mucho.
Hace menos de una semana, un amigo de mi hermano decidió ponerle fin a su vida y hace un par de años un amigo mio, también un gran artista, hizo lo mismo.
Es dificil entender el suicidio, aceptar que alguien querido por muchos, por tantos muchos como en el caso del Sr. Williams, decida acabar con su vida. Es casi absurdo pensar que alguien tan querido sienta que ya no tiene lugar en este mundo y que la muerte es una solución.
El suicidio y creo que la muerte en general, es una sinrazón, la gente se muere todos los días, por distintas causas y a los que seguimos vivos nos toca lidiar con la ausencia de los que mueren, nos toca aceptar que aunque no nos guste, aunque nos duela, aunque nos asfixiemos de dolor, esa persona ya no vive y no hay nada que podamos hacer para remediarlo.
Cuando alguien decide quitarse la vida, cuando alguien decide que ya no vale la pena seguir, que ya no hay nada más por hacer en este mundo, a los que nos quedamos, nos cuesta más aceptar esa partida. Decimos: ¡pues yo! ¡yo valgo la pena, yo te quiero y yo sufro con tu partida! Acusamos a los suicidas de egoístas, de pecadores, de locos.
Yo no sé por qué se suicidó el Sr. Williams, tampoco sé por qué se suicidó el amigo de mi hermano y tampoco sé por qué se suicidó Fran, no sé cuáles fueron los motivos inmediatos o las angustias particulares que los llevaron a tomar esa decisión. 
 Me imagino que estaban viviendo algo muy duro, muy profundo, muy angustioso y me entristece que no pudieran superarlo, que no vieran una luz al final del camino, que no encontraran la fuerza para seguir luchando en este mundo que definitivamente es deprimente.
La depresión no es un chiste, no es una falta de carácter, no es algo que se quite con buenos deseos y un: Mae, ya, si no estás tan mal, mirá el lado positivo de las cosas. La depresión es una enfermedad, como el cáncer, como la gripe, como el cólera. La depresión es una enfermedad que mata.
La depresión, si no se trata, si no se habla de ello, si no se asume, si no se controla, mata.
Y ya ha matado a muchos, muchísimos. 
Hablemos de eso gente, ¿qué nos pasa? 
Busquemos ayuda, no nos hagamos los fuertes, no pretendamos que todo está bien porque no lo está.
Si alguien te pide ayuda, dale la mano. Seamos más sensibles, más humanos.
Insisto, la muerte no tiene sentido, la gente se va a morir, pero digo, mientras estemos vivos, hagamos este mundo un poco más soportable para los que tienen dudas sobre si seguir o no. 
Nada de esto tiene sentido, no soy experta, no sé nada.
Al final del día, sólo sé que Robin Williams ya no va a hacer más películas, que mi hermano ya no va a ver a su amigo y que ya no voy a ver a Fran y eso, encima de otras cosas, también me duele.