Había pasado la mañana como todas las mañanas
desde hace un poco más de tres meses, comiendo cereal, fumando mucho y viendo
tele. Para distraerme de mi rutina,
encendí la computadora y como cosa rara a mi edad, estuve revisando la vida de
los demás en Facebook por unas cuantas horas.
Todo estaba bien, nadie era demasiado infeliz
como para tenerle pesar, ni demasiado dichoso como para quererlo asfixiar con
una almohada, en fin todo en orden. De pronto, casi que de la nada apareció el
rotulito ese:
Fulana de Tal cambió su foto de perfil.
Se apoderó de mi un sentimiento extraño, una
fascinación nueva, el cuerpo de esa mujer me volvió loca.
Fulana tiene la cintura y caderas más lindas
que he visto en la vida real, digo, aparte de las mujeres modificadas para
televisión o revistas. Su cuerpo es una guitarra perfecta, un reloj de arena
magnifico. Entre sus piernas, sus caderas y su cintura existe una curvatura
imposible, una belleza casi dibujada.
Por aquello de la homofobia aparté mi vista
de la pantalla y traté de pensar en otra cosa pero luego, sin siquiera
reflexionar sobre ello, me encontré parada frente al espejo viendo mi torso
desnudo y deseando tener esas curvas.
Mi vida no ha sido la misma desde esa mañana,
las curvas de Fulana me cambiaron para siempre y ya no hay vuelta atrás. La
curva perfecta de la cintura de una mujer existe, está ahí, en esa foto, en esa
persona, en la Fulana que arruinó mi fantasía de que sólo el photoshop era
capaz de producir esas cosas.
Pasé toda la tarde haciendo abdominales y
contando calorías, me inscribí en el gimnasio y a partir de mañana empiezo
natación. Creo que me enamoré de las curvas de la Fulana y las quiero para mí.
Haré
todo lo posible para ser su dueña, para convertirme en Mengana la de las curvas
peligrosas y el quiebre matador, o tal vez… mejor la borro del Facebook.