viernes, 13 de septiembre de 2013

Digamos que somos.

¿A quién engañamos cuando no dejamos ir?
Soy lo que siento y como lo manejo, soy lo que pienso, soy lo que actúo.
Estoy hecha de nada y de todos, de ellos, lo que ya no están y de ellos, lo que siguen cerca.
No me contento con saber que existen cosas que no puedo cambiar, todavía no logro enfrentarme a ello sin sufrir un poco.
Tengo la vista puesta en lo que ya no fue, en lo que ya no fui.
Camino viendo para atrás, por eso tropiezo.
¿Por qué no suelto, no me suelto, no te suelto?
Mover la cabeza y ver hacia el frente, fijarse bien en el camino, de vez en cuando mirar hacia atrás, hacia adentro, ver lo que he logrado, lo que me ha costado, lo bien que lo he hecho.
Dejar ir las cosas, librarse de culpas, librarte de culpas, aceptar realidades, aceptar hechos.
Resulta que la vida es como es y no como nos gustaría que fuera. No es mala, es así.
Mirar para atrás y dar gracias.
Mirar para atrás y hacer fotos, pegarlas en la retratera del alma, recordar con calma.
No engaño a nadie si no dejo ir, ni tampoco engaño a nadie si no perdono, o si digo que lo hago y no lo hago.
No puedo dejar ir, no sé como.
Las cosas se sueltan solas, por el peso, por la gravedad, por el tiempo, porque la mano se cansa de tensar los dedos, porque el brazo pierde fuerzas, porque ya luego no te acordás de por qué agarrabas tanto.
No estoy dejando ir, no miento.
Te vas soltando solito.

2 comentarios:

  1. Lu, me encantó.
    Doy gracias por tu talento y ese don maravilloso que fluye, que grita y que a resumidas cuentas, es voz de muchas mujeres que te leen a la hora de almuerzo en su oficina, o desde la tablet porque no pueden dormir pensando de lo absurda que es la vida.
    Beijos

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  2. Gracias Gaby, me encanta saber que de vez en cuando te das una vuelta por aquí y encontras en mi mente un eco de la tuya. :)

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