martes, 15 de julio de 2014

Francisco

Cuando se murió mi amigo, no le pedí permiso a nadie para llorar.
Me derramé en lágrimas saladas y pesadas.
Me quedé sentada esperando que alguien contestara el teléfono y dijera que no era verdad.
Le reclamé a Rodrigo, lo llamé mentiroso, lo odié.
Mi mamá me pidió que guardara la calma, que me quedara quieta, donde fuera que estuviera.
Se murió mi amigo, al finalizar el año.
No supe decirle a nadie por qué era que lo quería pero lo quería mucho.
Se murió Fran y no me hace falta, porque existe siempre y para siempre.
A veces, pienso que se murió mi amigo y todavía quiero llorar.

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