domingo, 26 de agosto de 2012

No soy tan noble, lo siento.

Debo quemar las naves y botar los puentes

que me llevan de regreso.

Hay un lugar en mi mente que es un pantano

y dentro del pantano hay una sirena que me llama.

Quiere que me quede con ella, que escuche para siempre su cantar.

Voy siempre, ahora menos, pero la visito y la observo,

desde arriba, con cautela, pero con ganas de saltar y abrazarla.

Debo quemar las naves y botar los puentes,

la desprecio.

Tiene una dulzura demoníaca, empalagosa, maligna, grandiosa.

Tres noches atrás agarré el carro, aceleré y manejé con furia hasta ella,

me acerqué demasiado, estuve a punto de darle un beso.

No puedo volver, no quiero volver, espero no volver.


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