jueves, 30 de agosto de 2012

De cavangas y cosas alegrísimas.

Pensando en las cosas buenas que le pasan a uno, me puse a pensar en las cavangas. ¡Qué buenas son las cavangas! Llantos, mocos, muuuucho alcohol, sentimiento de desdicha en su máxima expresión, deseos de auto destrucción, insomnios, desastres, sexo, drogas y rock and roll. En fin, nada como las cavangas.
Yo he tenido mi par de buenas cavangas, un par de meses cada una, desdicha total, pérdida absoluta de la vergüenza, ojeras enormes, quiebra total, buena música, karaokes de mala muerte, expresiones de buena voluntad, amigas incondicionales, familia preocupada, al cabo, dicha total.
Si usted, mi querid@ amig@ acavangad@ no es capaz de disfrutar sus cavangas, entonces ni las empiece, niegue su realidad y pretenda como que nada ha pasado, porque una desdicha que no se gasta, se lava y se deslava, una vida que no se desperdicia por momentos, no es vida.
En el caos está el secreto, en la destrucción está la llave para construcciones nuevas, en el punto más bajo de la parábola está la marca para subir.

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