domingo, 4 de agosto de 2013

Día Cero

Cada vez que me habla de esas cosas, no lo puedo evitrar, se me revuelven los práulos y se me arrecongoma la caúlica. 
Para hablarle y verle a los ojos tuve que introducir dos garrumbos en mi bolsillo. Los garrumbos me hacen sentir segura.
Empezamos a hablar y no le importó que yo chirrincoleara todo el rato. Me oyó con calma y luego me sobó las mérulas en señal de comprensión. 
Al día siguiente sentí un hueco en el meláneo pero como ya había vomitado toda la barculia, no me pude quejar demasiado

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